Todos los vinos tienen su curva de vida. Cuando el enólogo elabora el vino, ya piensa en su vida útil: cada perfil de vino tiene una vida predestinada.
Generalmente:
Los tintos: su abanico de evolución es muy amplio. Lo que conserva el vino es la acidez y los taninos, por ello vinos más ácidos tendrán una vida útil más larga y vinos más tánicos madurarán más lentamente. Pero estos son criterios generales debe conocer cada denominación de origen para saber cómo se comportan en la botella.
- Tintos Jóvenes o cosecheros: vida útil un par de años.
- Tintos con tres meses en barrica o semicrianza: se pueden consumir durante tres o cuatro años.
- Tintos crianzas tienen maduraciones de cinco años.
- Tintos reservas: maduraciones de 8 años.
- Tintos gran reserva: maduran a partir de los 10 años.
Estos periodos contados a partir de la añada de la etiqueta, dependen de la calidad de las uvas iniciales y de la elaboración.
Los blancos: Los blancos jóvenes que salen antes de navidad, son vinos de corta vida. Sus evoluciones son rápidas y no van más allá del verano. Los blancos del año que salen al mercado a principios de enero sin aptos para el consumo durante uno o dos años, dependiendo de su elaboración.
Los rosados: los vinos rosados tradicionales pueden ser consumidos durante un año después de su embotellado. La degeneración de un vino rosado en muy evidente, porque el color tiende a anaranjarse. Los rosados modernos alargan su vida útil hasta dos años o más.